Por: Aurelia Romero y Cordero
La canción de Enrique Bunbury resuena en mi cabeza, mientras camino al ala sur de la Universidad. Recuerdo de golpe que Lewis Carroll, autor del libro Alicia en el País de las Maravillas, era matemático. Uno de los seres más lógicos del planeta que decidió jugar con todos los conocimientos que tenía, darles la vuelta y escribir un libro.
Juan Carlos García,coordinador del Área de Matemáticas, forma parte del equipo de la UDLA desde 1994, año en el que la Universidad abrió sus puertas en el país. Ha dirigido esta coordinación en dos períodos: de 1998 al 2000 y del 2002 hasta ahora.
Cuenta que su principal tarea como coordinador es lograr que los números se enseñen distinto. “Las matemáticas no son recetas. Las matemáticas son razonamiento puro”.
Me explica, entonces, que en el sistema educativo ecuatoriano se acostumbra a dar matemáticas siguiendo un lineamiento: “se hace un ejercicio en clase y se envía un debe”. Lo que el alumno hace entonces es simplemente aprenderse los pasos de una cadena.
El problema consiste en que si falta un ingrediente en esta receta es imposible continuar trabajando, dice. Explica que las matemáticas deben ser enseñadas primero conceptualmente, explicar lo que se hace, el por qué se lo hace.
Al entender el proceso que acarrea un ejercicio, resulta más sencillo resolverlo sin necesidad de aprenderse de memoria los pasos, simplemente porque se comprende el por qué se hacen las cosas.
“¿Por qué cree que la mayoría de personas tiende a odiar las matemáticas?”. Ríe tranquilo y dice: “Porque es la naturaleza del ser humano odiar aquello que no puede entender y al no entender, ignora. Así se llega a la falsa conclusión de que se odia a las matemáticas(…). Todo es cuestión de analizar una ciencia tan lógica y causal como la matemática, para así desarrollar el pensamiento.”
Toma un pedazo de papel y grafica la siguiente explicación: “en el mundo de la materia tenemos un problema. Entonces lo replanteamos como fórmula en el mundo de las ideas. Aquí aplicamos dicha fórmula y, una vez que tenemos la respuesta, interpretamos ese resultado regresándolo al mundo real. Le buscamos la aplicación práctica porque sino ¿para qué resolví el problema?”.
