Aquel mes de octubre de 2008 cerca de la ciudad de Montecristi, en la fastuosa Ciudad Alfaro, provincia de Manabí; muchos “revolucionarios” festejaban con bombos y platillos la que, según sus propias palabras, es actualmente la mejor Constitución de América Latina, y una de las mejores a nivel mundial.
Esta Constitución, ya no política como sus antecesoras, se convertía en la vigésima que la República del Ecuador haya tenido en su corta vida republicana. Con esta carta magna, los nuevos líderes del Ecuador propugnaban y auguraban una nueva era para todos los habitantes del país. Una era en la que las famosas luchas sociales dejarían de ser actores secundarios y se convertirían en protagonistas del desarrollo del país.
Quizás muchas personas como yo creímos que el cambio que tanto habían profetizado aquellos caudillos nacionales había llegado, y este se convertiría en el momento del pueblo, ya no de las elites burguesas y oligarcas que tanto daño habían causado al Ecuador en el pasado.
Hoy en día, después de casi cuatro años de aquel momento, muchos nos seguimos preguntando si el cambio realmente se realizará. Si estarán los nuevos actores políticos a la altura de cumplir sus ofertas, más aun; si tendrán el valor y el coraje para que el Ecuador deje de ser aquella Banana Republic de la que todo el mundo hablaba, pero la que cada día se hace más fuerte.