Bienvenida

Doce cuentos peregrinos es uno de los libros que más me gusta releer, simplemente porque me gusta, y además debido a que me encanta compartirlo  para saborearlo y descubrirnos en una faena en que los sentidos del texto se nos revelan solamente si nos detenemos en los detalles, texturas y dobleces de la narración… casi, casi  como cuando se saborea un buen vino.

¡Claro! Este se añejó en la barrica de los papeles, las correcciones y la cabeza de Gabriel García Márquez por dieciocho años. Nuestro idioma es de aquellos de raza de guarda, de los que requieren cuidados cuando se los amasa. La nuestra es una lengua rica en matices, expresiones y giros. Tiene personalidad propia y no es fácil domeñarlo.

Atrás han quedado esos escritores, lectores y domadores de lenguas romances que llevaban estos idiomas y todas las herramientas para esculpirlos en su cabeza misma, esos filólogos eruditos extintos ya y de los que tal vez unos pocos de nosotros hayamos sido testigos de su fenecida presencia. Hoy más que nunca esta tarea nos obliga a llevar estas herramientas del lenguaje en nuestra mochila de trabajo diario.  Como un GPS, indispensable para el andinista de hoy, debemos tener a mano un buen diccionario, una buena página de Internet que nos saque de apuros y angustias y nos permita caminar por los senderos de nuestra lengua hispanoamericana de la mejor manera.  Todos, absolutamente todos nosotros somos caminantes de esta lengua. Por supuesto que habrá profesionales de caminatas de alta montaña. La mayoría estamos en los placenteros valles que también nos exigirán el disponer de esa mochila de caminantes previsores. No podemos hacernos al quite de esta necesidad de consulta: nuestros escritos son frutos de ideas propias o de necesidades de comunicación, construidos con buena lógica y corrección expresiva; para esta segunda son indispensables los buenos diccionarios, físicos o virtuales (ortográficos, de dudas, etimológicos…).  La buena ortografía no está en la buenísima memoria, sino en el interés (dudar),  en su resolución (consultar) y en sus frutos (escribir).

En nuestro mundo interconectado y globalizado, lleno de IClouds, Me, Dropbox, Boxnet, o Docs, que han roto las fronteras del planeta, basta que tengamos la posibilidad del ingresar a la Internet para que podamos acceder de modo virtual e inmediato a nuestra mochila y utilizar la más variada gama de recursos.  Ya no es una excusa la falta de herramientas para estas andaduras de la lengua, sólo tenemos que estar críticamente al día con todo este bullir ciberespacial.

Creemos que para esto pueden servir el correo electrónico que empezarán a recibir todos los lunes y un joven blog donde se almacenarán estos mensajes. Déjennos entrar cada lunes en sus mochilas, portafolios, cartapacios, maletines …

Diego Chauvin

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